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El Rincón del Defensor del Profesor
Crisis de identidad
Tirar la toalla o mantener un comportamiento acorde con nuestra profesión
docente... Pensar que no hay mal que cien años dure o enfrentarnos a situaciones
conflictivas con valentía... ¿Cuál es la actitud correcta cuando el clima de
convivencia en los centros se ha deteriorado hasta límites insospechados?
Por Inmaculada Suárez, secretaria estatal de comunicación.
Coordinadora estatal del Defensor del Profesor
No es difícil –todos lo sabemos– encontrarnos en cualquier cen- las amenazas y denuncias se están extendiendo como una epide-
tro educativo de nuestra geografía, con padres o alumnos que ha- mia. Si antes resultaba complicado ser docente en centros de di-
ciendo alarde de la máxima “el centro es mío” cruzan impune- fícil desempeño, PCPI, Compensatoria... ahora se ha convertido
mente la línea roja del respeto. en misión imposible.
La primera señal para intuir que algo no marcha por los cauces Y así, acorralados por el miedo a la denuncia, por el desamparo
que debiera es la actitud de altanería y desprecio con que unos y que se sufre desde la Administración y a veces de los propios
otros se dirigen al profesor/a. Cualquier situación, por nimia que compañeros, nos hemos convertido en profesionales inseguros,
sea, se convierte en cuestión de juzgado con un “te voy a denun- cargando sobre nuestras espaldas con una crisis de identidad que
ciar”. Y aquí es cuando, por nuestra actitud y nuestra falta de de- nos deja indefensos. Hemos acabado por no tener nada claro ni
terminación se dan cuenta de que han encontrado la palabra má-
cuáles son nuestras funciones ni lo que la sociedad quiere de no-
gica que les abre las puertas para hacer en los centros de su capa
sotros.
un sayo y mantener en jaque a lo largo del curso a cualquier do-
cente que se cruce en su camino. Realmente nos han cogido el El profesor se percibe a sí mismo como una persona fácilmente
tranquillo. La connivencia en algunos casos de la Administración vulnerable: tiene miedo de separar a dos alumnos que se están pe-
también ayuda a perpetuar y disparar estas conductas. Y es que gando porque puede salir él agredido o denunciado a su vez como
unas veces por omisión y otras por eludir problemas, se permite agresor; ya no sabe cómo mirar o dirigirse al alumno disruptivo
a los padres, sin fundamento pedagógico alguno, cuestionar la la- sin ser acusado de utilizar malas formas, gritarle o acosarle; tiene
bor docente sin que, una vez demostrada la falta de consistencia miedo de reprender o sancionar a un alumno porque este hecho
de su denuncia, las falsas acusaciones o su mala fe, reciban re- puede traerle consecuencias; exigir un nivel de conocimientos le
probación alguna. puede acarrear problemas, corregir con justicia los exámenes im-
Juzgar al docente, sin tomar en cuenta las circunstancias en las plica ser cuestionado...
que tiene que educar, “tacita a tacita”, está consiguiendo no solo Los avisos son evidentes y deberían preocuparnos. O caemos en
envalentonar a padres y alumnos –acabarán pidiendo número
el error de dejarnos llevar por la inercia o nos plantamos y exigi-
para hacer cola ante la inspección– sino también hundir en el des- mos sin miedo el respeto y la consideración que como profesio-
crédito al profesor ante la sociedad con las consiguientes conse- nales y personas merecemos. Lo cierto y verdad es que, una vez
cuencias para la educación.
traspasada la fina línea del respeto, la caída de nuestro prestigio
Es cierto que ni todos los alumnos son iguales ni todos los padres, y consideración social va en picado y recuperarlos, si no reaccio-
pero no es menos cierto que las faltas de respeto al profesorado, namos a tiempo, se convertirá en tarea si no imposible, sí difícil.
Abril - mayo 2014 25