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OPINIÓN
JUICIO AL FUTURO.
PARTE 2. LOS PADRES
Por Justo García Ródenas,
presidente de ANPE Albacete
Guillermo y Raquelilla esperaban de pie, con las ma-
nos detrás de la espalda, cerca de la puerta. Su papá
les había prometido que Marta les prepararía cho-
colate caliente y bollos si se portaban bien mientras
ellos estuvieran fuera.
Juan Pedro dio un cariñoso beso a su hija y revolvió Raquel parecía asustada. Juan Pedro dejó las bolsas
con dulzura el flequillo del pequeño, cogió las dos en el suelo y le susurró al oído tranquilizándola:
grandes bolsas de lona y salió de su casa. Raquel, su ¿Recuerdas aquellas palabras que dije cuando na-
mujer, lo esperaba ya en la calle. Ella sujetaba una cieron los gemelos? Raquel sonrió: ¡Claro que me
enorme pancarta en la que se podía leer “Basta de acuerdo, cariño! Dijiste muy emocionado que
recortes en educación”, pintado con rotulador cuando el peligro acechara, te tendrían cerca para
grueso permanente. protegerlos, dijo Raquel recordando un momento
feliz de su vida. ¿Crees que ese momento ha llegado,
Mientras caminaban en dirección a la manifestación, cielo?, preguntó Juan Pedro separándose de ella
Raquel se fijó en el esfuerzo que costaba a su ma- unos pasos.
rido transportar los pesados bultos... su rostro se en-
tristeció un poco. ¿Estás seguro?, le preguntó en un Unos instantes de silencio precedieron a su res-
susurro. Nunca he estado tan seguro de algo, le res- puesta: ¡Creo que sí, cariño! Ha llegado el momento,
pondió él entre soplidos. Aunque Raquel no podía respondió Raquel alzando su voz para que pudiera
coger de la mano a su esposo, trató de ayudarle con oírla su marido, que ya se alejaba. Sé valiente, cielo,
una de las bolsas. Habían compartido tantas cosas y dales a los niños un beso de buenas noches. Te
juntos… quiero, se despidió Juan Pedro mientras avanzaba al
centro de la calle llevando las bolsas de lona.
Pronto llegaron al lugar de la manifestación. Había
un pequeño grupo de padres y madres congrega- Al mismo tiempo, otros manifestantes habían hecho
dos ante el Ministerio. No eran muy numerosos, lo mismo y, antes de que la policía pudiera reaccio-
pero serían suficientes. Todos portaban pancartas y nar, sacaron de las bolsas unas pesadas cadenas, se
otros, como Juan Pedro, habían llevado bolsas que unieron en un abrazo colectivo y se encadenaron
sujetaban con esfuerzo. Probablemente habría un unos a otros. La calle estaba bloqueada, el tráfico
par de policías antidisturbios por cada manifes- detenido. Internet había funcionado a la perfección.
tante, todos ellos situados a ambos lados de la ca- La policía recibió una orden...
lle y enfrente del edificio, prácticamente ocupando
todo el espacio disponible. Raquel pudo volver la cabeza mientras corría hacia
su casa y vio como la policía avanzaba hacia los en-
Los manifestantes lanzaban al aire sus consignas en cadenados con las defensas en alto. Con lágrimas en
contra de los recortes, por la calidad de la educación, los ojos, pudo atisbar por una última vez la cara de
por el futuro de los niños, agitando sus pancartas, su marido que apretaba los dientes, encadenado de
haciendo sonar sus silbatos... Los policías se limita- los pies a la cabeza, amarrado a otros diez o doce
ron a ajustarse sus cascos y apretar con fuerza sus padres y madres, tumbado en el suelo y aún así, son-
28 defensas. riente.
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