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EDITORIAL
El polémico Libro Blanco de la Función Docente
N el último mes el profesorado ha estado sometido a la polémica y a la controversia frecuente
con motivo de la propuesta de elaboración del Libro Blanco de la Función docente que el Ministro
de Educación ha encargado a José Antonio Marina, una persona especializada en la materia, pero
Eque en estas semanas ha abierto “la caja de los truenos” al haberse generado un debate mediático
amplificado y distorsionado, sin posibilidad de realizar una reflexión profunda, sobre la valoración de
un documento concreto. Así se ha producido un debate estéril y distractor sobre lo que debe constituir
el diseño de una verdadera política del profesorado.
Al cierre de este editorial aún no conocemos las propuestas concretas del ya famoso
Libro Blanco, hasta ahora el debate se ha centrado sobre si hay que pagar igual a
los buenos que a los malos profesores o si hay que evaluar su trabajo. De entra-
ANPE da estas propuestas, así planteadas, entrañan un absurdo maniqueísmo. Se ima-
exige que la política del ginan que trasladáramos esta dicotomía para ordenar las retribuciones de
todos los colectivos: sanitarios, jueces, fuerzas de seguridad, banqueros, polí-
profesorado ocupe un lugar
ticos... Se ignora que los funcionarios sirven al interés general con objetividad
preferente ante el e independencia y han accedido a su puesto de trabajo por un procedimien-
compromiso de mejorar la to selectivo, que respeta los principios de igualdad mérito y capacidad.
Cuestión diferente es que cada vez aspiremos a tener mejores profesores, valo-
Educación rados y prestigiados como merecen, como debe ser el objetivo de cualquier pro-
fesión pero no podemos admitir que el debate se plantee con esta visión tan sim-
plista y demagógica.
La otra controversia suscitada, la referente a que el profesor está aislado en su aula y no
se evalúa su trabajo, traslada a la opinión pública la impresión que en los centros educativos el
profesorado está dejado de la mano de Dios y no hay ni equipos directivos, ni departamentos, ni claus-
tros, ni una inspección educativa ni una administración pública que funcione y controle la labor que
día a día los docentes vienen realizando con tanto esfuerzo y dedicación. En fin, con este debate desor-
denado y perverso sobre el que todo el mundo opina sólo contribuimos a distraer la atención sobre los
principales problemas de la educación en nuestro país y a confundir a la opinión pública distorsio-
nando, a su vez, la imagen de la profesión docente.
ANPE viene desde hace muchos años demandando la necesidad de un Estatuto Docente. Todas las
leyes de Educación han reconocido teóricamente la necesidad de establecer una política efectiva del
profesorado y todos los gobiernos lo han prometido y luego lo han incumplido en todas las legislatu-
ras. Por tanto, nos parece razonable que se elabore un documento que sirva de debate y reflexión y sea
un punto de partida para que los profesores tengan un Estatuto Docente pero discrepamos del modo
y manera en que se está gestando este Libro Blanco, al final de legislatura, con una reforma educativa
muy cuestionada, sin tiempo para acometer ningún proyecto legislativo y en plena campaña electoral.
Diciembre 2015 3