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MACHISMO                                                IDIOMÁTICO


                            Por Benita Cáceres de la Cruz, maestra de Primaria,
                            Licenciada en Filosofía y Letras.
                            puliendoelidioma@anpe.es

                            A raíz de la consulta reci-  Recientemente ha proliferado mucho el uso de las
                            bida por uno de nuestros   barras para indicar el femenino tras el masculino y
                            lectores y del artículo del  el plural tras el singular, lo cual supone una dificul-
                            doctor Bosque publicado    tad para la lectura silenciosa y casi un impedimento
                            en El País el pasado 4 de  para la lectura en voz alta; además de producir, se-
       marzo, reflexionamos sobre uno de los malos usos  gún el maestro Lázaro Carreter, “ralentización del
       que se producen en nuestra lengua debidos en parte  discurso y tedio mecánico”; él consideró esta medida
       a la actitud de algunos acomplejados faltos de co-  como “concejil e iliteraria”.
       nocimientos y sobrados de prejuicios: el hembrismo
       idiomático.                                     Recuerdo una cuña publicitaria que oíamos por la
                                                       radio en Extremadura, allá por la década de los 80
       Algunos parecen tener la obsesión de ver la explo-  del siglo pasado, que venía a decir “…Siéntase or-
       tación de la mujer en el idioma y se esfuerzan en in-  gulloso de ser extremeño”. Las féminas extremeñas
       troducir cambios superficiales. Ignoran que es posi-  no echábamos de menos que se dijera: “siéntase or-
       ble hablar de una manera políticamente correcta sin  gulloso u orgullosa o siéntanse orgullosos u orgu-
       que por eso cambien las conductas sexistas de fondo.  llosas de ser extremeño o extremeña, o extremeños
       Esas actitudes son propias de hombres y de mujeres.  o extremeñas”. ¡Esto sería absurdo e inútil!
       La discriminación de la mujer se refiere más bien a  Lo cierto es que los vocablos pueden referirse, y de
       otra cosa: a la discriminación en el trato, en el ám-  hecho así sucede la mayoría de las veces, a cosas que
       bito familiar, a que en su vida laboral no se le brin-  nada tienen que ver con el sexo, porque las palabras
       den las mismas oportunidades de promoción y as-  no tienen sexo.
       censo que a sus compañeros del otro sexo y se pres-
                                                       El lector antes aludido consulta si ante las siglas
       cinda de ella por dar a luz o bien se la considere in-
       ferior por su forma de vestir, por ser añosa o estar  AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos)
       gorda, a que las tareas más jugosas se ofrezcan a  o APA (para nosotros más correcto lingüísticamente)
                                                       hay que usar el masculino o el femenino: el AMPA o
       personas con menos talento pero más jóvenes y con
       mejor apariencia física… En fin, esto es otro asunto  la AMPA. La Fundación del Español Urgente, que
                                                       cuenta con el asesoramiento de la RAE, considera
       que está relacionado con que algunos, cegados por
       la soberbia, deciden que otros son inferiores e in-  que, como en este caso la A inicial de la sigla repre-
       dignos de un trato igual, y no con el empleo de los  senta a una palabra femenina que no empieza por
                                                       a tónica, (asociación) debe mantenerse el artículo fe-
       dos géneros.
                                                       menino. Se dice “la asociación”; por tanto, la AMPA
       El uso del masculino como genérico no significa nin-  o la APA.
       gún agravio para las mujeres. Son peculiaridades de
       un idioma que procede en su mayoría del latín. En
       español la cama es femenino y el campo, masculino;
       en francés es a la inversa, pero nadie debe sorpren-
       derse de ese aparente capricho idiomático.
       Con esta actitud, en algunos casos se llega a refor-
       zar lo que se condena: el supuesto sexismo en el len-
       guaje. Así nos encontramos con expresiones como El
       Defensor o Defensora del Pueblo… Es ridículo con-
       fundir la institución con la persona que puede ocu-
       parla, porque según eso ¿qué haríamos con  La
       Fiscalía? Además, como resulta cansino aludir cons-
       tantemente a los dos géneros y a los dos números,
       a veces no hay concordancia entre los términos del
       discurso y así se oye: “las trabajadoras y trabajado-
       res españolas…”; pues habría que decir “las traba-
       jadoras y trabajadores españolas y españoles”, por-
       que los trabajadores no son españolas.
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