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EDITORIAL
La Educación pendiente de las elecciones
SISTIMOS al final de la legislatura y a la convocatoria de unas próximas elecciones legislativas, el 20D que nos
depararán un nuevo Gobierno que tendrá la responsabilidad de gobernar España en estos momentos tan convulsos
en lo político y social. Es tiempo de balances y de promesas, no nos corresponde a nosotros valorar el balance
Aglobal de este periodo pero sí lo haremos en lo que concierne a la educación.
El balance en este sector nos muestra como resultado principal, la aprobación de la LOMCE, elaborada sin consenso polí-
tico y social en medio de una grave crisis económica que, con la justificación de la austeridad, redujo sistemática-
mente las partidas de la educación en los sucesivos presupuestos y aplicó a la educación unos recortes insos-
tenibles, que lastraron la gestación de la reforma.
El texto definitivo ha devenido en una reforma parcial que deja sin resolver cuestiones esenciales,
como el cambio de estructura y modelo educativo, la vertebración y cohesión del sistema, la
Los grandes partidos
financiación y la propia situación del profesorado y plantea otros problemas que estaban ya
políticos deberán adquirir superados. El desarrollo curricular de la reforma y su aplicación no ha estado exento de con-
flictividad por su compleja configuración académica y por la rebelión de algunas CCAA que
con la sociedad el compromiso amenazaron con no aplicarla, como de hecho ha sucedido en los dos cursos que lleva vigente.
de un acuerdo básico en El cambio de Ministro al final de la legislatura debió producirse mucho antes y, al menos, ha
servido para rebajar tensión educativa, para recuperar interlocución y diálogo social con la pues-
Educación ta en marcha de la mesa sectorial de educación y para aplicar algunas mejoras en los próximos
presupuestos, como la disminución de las ratios, el aumento de la tasa de reposición de efectivos
al 100%, y la sustitución inmediata de las bajas, en supuestos excepcionales. Sin duda, medidas posi-
tivas, pero todavía insuficientes para paliar y revertir los efectos de los nefastos decretos de racionaliza-
ción del gasto público del año 2012.
Cualquiera que sea el próximo resultado electoral la reforma tiene fecha de caducidad. La oposición ha anunciado su
derogación y el gobierno que salga del 20 D tendrá inevitablemente que abordar la situación de nuestro sistema educa-
tivo. Como hemos denunciado en numerosas ocasiones la falta de voluntad para consensuar una política de Estado viene
lastrando el desarrollo económico y cultural de nuestro país y este panorama no es solo imputable a la LOMCE, porque
en España después de casi cuatro décadas de democracia hemos asistido a 7 leyes educativas, y a la configuración paula-
tina de 17 sistemas educativos, sin un pacto de estado o un acuerdo básico de mínimos que diera estabilidad al sistema
y alejara a la educación de la confrontación ideológica permanente.
Afrontamos un periodo lleno de incertidumbres y pocas certezas: el próximo gobierno tendrá que proponerse como obje-
tivo prioritario mejorar el nivel educativo y formativo de las nuevas generaciones. Y para ello, los grandes partidos polí-
ticos deberán adquirir con la sociedad el compromiso de un acuerdo básico en educación que permita la estabilidad nor-
mativa desde las mejoras reales y efectivas, y que preserve al sistema educativo de los recortes presupuestarios. Al menos
en eso coinciden todos en la precampaña electoral. Cuestión diferente es abordarlo con generosidad y altura de miras
cuando asumen la tarea de gobernar.
Son muchos los retos pendientes para el nuevo Gobierno y de entre todos, junto a la prioridad de la regeneración de la
vida pública, la recuperación económica y el empleo, está el de la mejora de nuestro sistema educativo. Y en estas priori-
dades está la política del profesorado, compromiso sistemáticamente incumplido por todos los gobiernos en las últimas
legislaturas. El anuncio de un libro blanco de la función docente, a estas alturas, no deja de ser una mera declaración de
buenas intenciones pero sin posibilidad alguna de traducirse en la norma básica que regule el diseño de la profesión
docente. Muchos nos tememos que el debate que se suscite se convierta en un elemento distractor que quede solapado y
mediatizado por la aparición de otros debates recurrentes en campañas lectorales: la religión, la educación para la ciuda-
danía y otros elementos habituales de la confrontación ideológica.
Nuestro discurso y nuestra tarea no cambian con el resultado electoral. Con lealtad y respeto a quienes los españoles enco-
mienden la tarea de gobernar seguiremos reivindicando todas aquellas propuestas que profundizan en los cambios que
son necesarios para dotar de estabilidad al sistema y para contribuir a la mejora de la calidad de la Educación y de las con-
diciones sociales y laborales del profesorado.
Octubre - noviembre 2015 3