Revista ANPE Nacional nº 615

SALA DE PROFESORES 26 ANPE 615 Una fábula, como ustedes saben y enseñan a sus respectivos alumnos, es una composición literaria protagonizada por ani- males con moraleja final casi siempre, pero también como diría Helena Beristáin, “crítica de las costumbres y de los vi- cios locales o nacionales, también de las características universales de la naturaleza humana en general”. La fábula que hoy nos ocupa es bien conoci- da, adaptada por La Fontaine, pero origina- riamente de Esopo. Resumiendo, durante muchos veranos, una cigarra, sin inten- ción de ponerse a trabajar, y bajo buena sombra, cantaba y cantaba continuamen- te observando a una trabajadora hormiga, trabajando arduamente para ir llevando co- mida a su hogar. Mientras la cigarra ofrecía cantar a la hormiga, ésta prefería seguir traba- jando. Un año llegó un invierno frío sorprendiendo a la cigarra que desesperada al no poder llevar acudía a su vecina la hormiga pidiéndole ayuda. Sin embargo, ésta respondió que cantara y bailara ahora ya que cuando pudo no hizo nada para evitar esa situación. La fábula como moraleja es clara: debemos esforzarnos y tra- bajar diariamente, mientras que cantar, bailar y la falta de actuación nos pueden salir caras, sin embargo, como decía Helena, la fábula también puede ser crítica, tanto de vicios, costumbres como de características. Esta fábula especialmente puede ser aplicada a infinidad de situaciones, estamentos y ámbitos, pero centrémonos en lo que nos ocupa, la docencia y los docentes. Un sistema educativo, una enseñanza de calidad, un futuro posible y posibilitador no puede sobrevivir a base de cantos de cigarra, por muy alegre que sean sus letras y cautivadores sus bailes, una enseñanza de calidad necesita y nutre del trabajo diario, del esfuerzo y de la perseverancia de sus hormigas, las que están a pie de aula, las que sufren el trabajo duro y de- masiadas veces sin sombra ni paraguas que los cobije. Un do- cente es una hormiga que sin descanso trabaja para procurar sustento a sus alumnos y que cada vez más, resignada observa como es el mensaje de la cigarra, la que realmente emulan sus pupilos, la de la inten- ción más que la acción, laxitud más que es- fuerzo. La hormiga sin embargo sufre, por- que el invierno más duro siempre llega, y siempre es el mismo, cuando salgan de su fase de pupación y deban enfrentarse a la vida real, estudios superiores o mercado laboral. Cuando eso ocurra, y ahora viene la crítica, será la misma cigarra la que, como en la fábu- la, venga necesitada a volver a pedir sustento a la hormiga, sus docentes, multiplicando sus tareas y trabajo. Contrariamente a la fábula, nosotros, hormigas, no cerramos puertas, y si nos las cierran, abrimos ventanas, pero de seguir con esta inercia y política de rebajar contenidos, pasar de cur- so con asignaturas pendientes, exigir el esfuerzo en los recreos, restringir la autoridad académica de los docentes y limitar a la guarda y custodia nuestra profesión, llegará un momento donde ni las hormigas podamos trabajar para tanta cigarra. Por otro lado, la misma fábula y la misma culpa podemos atribuirla a “aquellos” que aprovechando el trabajo de sus compañeros, cantan y bailan durante cuatro años si les gusta la sombra que les cobija, gritando más que trabajando cuan- do no, mientras otros simplemente, solo cantan como éxitos propios, el trabajo diario de los demás. En fin, esperemos que el burro no toque la flauta y MUFACE no necesite de un canto de cigarra cada cuatro años, para des- parecer, confíe más en sus amigas las hormigas. Qué bonitas las fábulas para niños, aquellas que antaño nos contaban nuestros abuelos, padres y maestros, en genérico, que la columna tiene un espacio limitado y no es lo mismo la cigarra que el cigarro. Fábulas docentes: La cigarra y la hormiga Un sistema educativo, una enseñanza de calidad, un futuro posible y posibilitador no puede sobrevivir a base de cantos de cigarra Por Saturnino Acosta García, Presidente de ANPE Cáceres

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